La subida del salario mínimo de 2019 producirá un aumento neto del empleo

Camapaña Que no te la jueguen con el SMI CCOO

Unos márgenes empresariales excesivos absorberán la subida sin destruir empleo ni aumentar los precios.

La buena evolución de la probabilidad de mantener o encontrar un empleo durante el primer trimestre de 2019 para los colectivos donde el salario mínimo tiene una mayor incidencia, descarta que se vayan a cumplir las previsiones más agoreras sobre el impacto de su subida a primeros de año. Por el contrario, es de esperar que ésta tenga un efecto neto positivo sobre la ocupación, gracias a que el aumento de la masa salarial que genera servirá para impulsar el empleo por encima de las pérdidas puntuales que se produzcan.

La subida del salario mínimo en 2019 del 22,3%, pasando de 735,90 euros mensuales brutos a 900 euros en 14 pagas, generó una gran polémica y estimaciones muy negativas sobre su impacto en el empleo. El Banco de España (BdE) previó una caída de 132.000 asalariados (125.000 a tiempo completo) en 2019, mientras que la AIReF estimó un recorte de 40.000 empleos (24.000 a tiempo completo por destrucción  y el resto por una menor creación).

Los datos disponibles para el primer trimestre de 2019 no parecen avalar estas estimaciones y la AIReF acaba de reconocer que se ha podido equivocar pues, al menos de momento, no se observan efectos significativos sobre el empleo y, muy probablemente, no se notarán para el conjunto del año, pues es de esperar que el impacto se concentre en los primeros meses del año: por lo importante de la subida, por la gran publicidad que recibió y porque los empleos remunerados con el salario mínimo son fáciles de amortizar. La mitad está en contratos temporales y, la otra mitad, tiene una magra indemnización por despido.

En este mismo sentido, la OCDE -que no hay que olvidar es un organismo muy progubernamental- ha anunciado que la subida del SMI está impulsando el crecimiento económico.

Potenciales beneficiarios de la subida

El aumento del salario mínimo comprende a un colectivo de potenciales beneficiarios de 1.213.000 asalariados, según estimaciones del Gabinete Económico de CCOO en su informe sobre el impacto de la subida del SMI en 2019. Estos representan el 7,4% del total de asalariados, el 7% de los que trabajan a jornada completa y el 8,4% de los que lo hacen a tiempo parcial. La estimación para el total de asalariados se obtiene a partir del salario por hora que proporciona la submuestra de la EPA, y para los contratados a tiempo completo se emplea el salario por día procedente de la Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL). La estimación para el tiempo parcial se obtiene interpolando las otras dos estimaciones.

Tabla #1

Beneficiarios de la subida del SMI en 2019

En la tabla #1 se recoge una estimación de los potenciales beneficiarios según diferentes características sociolaborales. La mayor incidencia por colectivos se detecta entre los jóvenes de 16 a 24 años (17,3%), los asalariados con pocos estudios (14,4%), los recién llegados a las empresas (14,1%), los contratados temporales (12,8%), los empleados del sector agrario (26,7%) y los contratados en centros de trabajo de menos de 6 empleados (14,3%). Estos últimos no deben confundirse con microempresas, ya que los centros pequeños pueden formar parte de una empresa mayor. A partir de datos de la Agencia Tributaria se puede aproximar que la distribución de perceptores del salario mínimo se encuentra polarizada entre las pequeñas y grandes empresas.

La distribución de los beneficiarios también se puede analizar por territorios. Las comunidades autónomas con mayor incidencia del salario mínimo son Canarias (14,5%), Extremadura (12,9%), Murcia (10,1%) y Andalucía (10%), ver tabla #2.

Tabla #2

Bneficiarios SMI 2019 por Comunidades Autónomas

¿Cuál ha sido la incidencia de la subida sobre el empleo a primeros de año?

Las bajas de afiliados al Régimen General ofrecen una primera aproximación al efecto del incremento del SMI. El impacto estimado por el BdE es suficientemente grande como para que, de haberse producido, se apreciase a nivel agregado. Sin embargo, durante el primer trimestre, las bajas aumentaron en línea o por debajo de lo ocurrido en años precedentes, sin que se detectara ningún comportamiento extraordinario.

Gráfico #1

Probabilidad de mantenerse en el empleo de los asalariados con pocos estudios

No obstante, el análisis con la afiliación está bastante limitado por la falta de desagregación y cruce de las variables relevantes disponibles en los registros de la Seguridad Social que, dicho sea de paso, posee una de las bases de datos de origen administrativo más importantes sobre la ocupación del país y, sin embargo, prácticamente no se explota. Por lo que parece oportuno que el Gobierno tome la iniciativa de crear una unidad estadística especializada dentro de la Tesorería para resolver esta importante carencia.

La mejor fuente disponible para contrastar a corto plazo el efecto del incremento del salario mínimo sobre el empleo es la EPA de Flujos del INE, que permite seguir al mismo asalariado entre trimestres sucesivos y a aquellos colectivos donde su incidencia es mayor. En concreto, se puede investigar a los asalariados que tienen estudios primarios o inferiores y a los que llevan menos de un año en la empresa, colectivos que representan, respectivamente, al 15,1% y al 35,9% de los potenciales beneficiarios, y donde la incidencia la subida es mayor: 14,4% y 14,1%, respectivamente.

En el primer caso, la probabilidad de que un asalariado de este colectivo en el cuarto trimestre de 2018 se mantenga ocupado en el primer trimestre de 2019 (86,8%) se sitúa en el mismo nivel que el promedio de los cuatro años anteriores (86,8%), ver gráfico #1. Mientras que para el segundo colectivo mejora la probabilidad de mantenerse en el empleo en el primer trimestre (81%) con respecto al promedio de los cuatro años precedentes (79,4%), ver gráfico #2. Y todo esto a pesar de que la semana santa no cayó en el primer trimestre de 2019 y que la economía crece a un ritmo inferior.

Gráfico #2

Probabilidad de mantenerse en el empleo de los asalariados recién llegados a la empresa

Esto no significa que no haya habido ninguna pérdida de empleo por el alza del salario mínimo, pero que se haya mantenido o incluso mejorado la probabilidad de conservar el empleo en los colectivos más vulnerables indica que las pérdidas han sido menores y ha podido ser compensado por ganancias dentro de estos mismos colectivos.

¿Y qué ha sucedido con la creación de empleo?

El aumento del SMI no parece haber producido una destrucción significativa de empleo en el primer trimestre del año, pero ¿ha desincentivado su creación? La estimación de la AIReF atribuía un menor impacto en la creación de empleo (16.000), que en su destrucción (-24.000). La EPA de Flujos también permite hacer una evaluación preliminar del impacto sobre el flujo de entrada (altas) de los desempleados con pocos estudios.

La probabilidad de encontrar un empleo asalariado de dicho colectivo he mejorado en el primer trimestre de 2019 (17,1%) por encima del promedio de los cuatro años anteriores (14,7%), como se observa en el gráfico #3.

Gráfico #3

Probabilidad de que un empleado con pocos estudios encuentre un empleo asalariado

¿Puede aumentar el SMI y no disminuir el empleo o incluso aumentarlo?

El salario mínimo puede subir y no tener repercusiones negativas sobre el empleo o la inflación, si los márgenes empresariales son excesivamente altos, o dicho a la inversa, si los salarios -y entre ellos el mínimo- están por debajo de un nivel digno y justo. Esto ocurre cuando el poder para fijar los salarios está desequilibrado en favor de los empresarios como consecuencia de una alta tasa de desempleo o de una regulación laboral que debilita el poder de negociación, individual y/o colectivo, de los trabajadores.

Precisamente éste es el caso español, donde hay una alta tasa de paro y donde las reformas laborales del período de recesión se diseñaron para provocar una mayor devaluación salarial a la ya producida por la recesión. Los cambios regulatorios en favor del poder empresarial han sido tan desequilibrados que han operado incluso durante la etapa de crecimiento, presionando a la baja los salarios. En efecto, según el Índice de Precios del Trabajo, el salario/hora por realizar el mismo trabajo volvió a caer en el año 2016, en plena recuperación y hasta mediados de 2018 los salarios no han logrado participar adecuadamente de las mejoras de productividad.

Las empresas españolas presentan una situación general boyante que les está permitiendo absorber sin dificultades la subida del salario mínimo. En 2018, sus beneficios reales se situaron 38.000 millones por encima del mejor momento de la etapa de crecimiento anterior, su endeudamiento se situó en el mismo nivel que antes de la burbuja inmobiliaria, y registraron una capacidad de financiación de 32.000 millones, que el aumento del salario mínimo, los salarios pactados en convenio y la fiscalidad corporativa -cuando se aprueben los presupuestos- deberían servir para reconducirlos hacia la economía real.

Sobre este panorama, las organizaciones empresariales acordaron con CCOO y UGT -entre otras materias- elevar el salario mínimo de convenio a 1.000 euros brutos en 14 pagas, entre 2018 y 2020 (IV AENC). No parece, por tanto, que el alza del salario mínimo contravenga ninguna lógica económica sino más bien todo lo contrario, se inscribe dentro de la evolución salarial pactada por los agentes sociales y la existencia de márgenes empresariales excesivamente altos.

De cumplirse las previsiones más agoreras sobre el alza del salario mínimo –lo que no parece que se vaya a producir- la masa salarial del colectivo de beneficiarios de la subida no variaría, es decir, lo que se mejoraría por el incremento salarial al 1.213.000 potenciales beneficiarios, se perdería por destrucción de empleo. Si no desapareciera ningún puesto de trabajo -lo cual tampoco es realista-, la masa salarial aumentaría en 2.000 millones de euros (siendo esta estimación un suelo del aumento que se producirá en realidad, porque no se pueden aislar los complementos salariales causales de las estimaciones), y si el recorte se limitara a la previsión de la AIReF de destrucción de empleo (-24.000 puestos de trabajo), la masa salarial aumentaría en 1.573 millones de euros.

De este aumento no todo iría a consumo, porque los hogares están sobre-endeudados, pero, la mayor parte sí, porque la propensión a consumir de los perceptores del SMI está por encima de la media. Para tener una idea de la dimensión de estas cantidades en términos de empleo, si se supone que el 25% de la mejora de la masa salarial se destina a ahorro o desendeudamiento, y el resto a consumo, el remanente equivale a 124.000 puestos de trabajo remunerados con el nuevo salario mínimo, en el caso de que el alza no destruya ocupación, y de 97.600 empleos, si se cumplen las previsiones de la AIReF.

Obviamente, el empleo que se genere gracias a este aumento de la demanda no se va a materializar completamente en puestos de trabajos remunerados por el salario mínimo, pero algunos de sus perceptores que pierdan el trabajo verán que también mejoran sus oportunidades de recolocarse.

En cualquier caso, sería conveniente establecer un programa de bonificaciones para parados de larga duración con poca cualificación, con tramos reforzados para jóvenes y mayores de 45 años. Este programa es necesario independientemente de dónde se sitúe el salario mínimo, a la vista la evolución de las tasas de ocupación de estos colectivos. Podría financiarse con la mejora en los ingresos públicos impulsada por el aumento de la masa salarial inducida por el SMI.

¿Cuánto puede aumentar el SMI?

Es habitual escuchar que el salario mínimo no puede subir porque se situaría por encima de la productividad de los trabajadores menos formados y estos serían despedidos. En realidad, esta es una frase hueca pues la productividad, por lo general, no se puede calcular para trabajadores individuales o colectivos de trabajadores dentro de una misma empresa. Los ingresos que se generan por trabajador (la productividad) son el resultado de las sinergias producidas por todos los trabajadores de una empresa, y entre estos y el capital que manejan en el proceso de producción. Por la dificultad de disociar el valor generado entre los factores productivos los economistas hablamos de ‘productividad aparente de trabajo’.

La remuneración de la productividad es un fenómeno económico contextual. Tiene que ver, por tanto, con la cifra de negocio de una empresa o el nivel de vida de un país. Por este motivo no gana igual un botones que trabaja en un hotel de cinco estrellas que otro que lo hace en uno de tres, o un conductor de autobuses en Calcuta y en Frankfurt, aunque el trabajo que desempeñen sea el mismo.

El nivel adecuado para el salario mínimo debe estar en consonancia con el salario mediano o la productividad media del país, manteniendo una relación similar a la que estos tienen en los países del entorno con los que se comercia y compite. En 2018 la productividad media por trabajador española suponía el 97% de la media de los países europeos con salario mínimo, mientras que el salario mínimo representaba el 75%. Cerrar completamente esta brecha exigiría elevar el salario mínimo un 29%, por tanto, la subida del 22,3% está dentro de márgenes, existiendo recorrido para incrementos futuros.

Salario mínimo, eficiencia económica y desigualdad

La eficiencia económica y el reparto justo de la renta son caras de un mismo problema económico, a pesar de lo cual abundan las visiones económicas tuertas que solo miran a uno de estos dos aspectos básicos para la economía. Se crece menos y de manera menos sostenible en el tiempo si no hay un reparto que genere unos incentivos justos. De la misma manera, hay menos que repartir si los recursos no se localizan allí donde se les puede sacar más partido. La relación entre eficiencia económica y reparto justo ha sido analizada y puesta de manifiesto también por el FMI y la OCDE.

Elevar el salario mínimo hasta un nivel adecuado contribuye a mejorar la eficiencia económica y el reparto. Por ejemplo, el elevado fracaso escolar español obedece -entre otros factores- al bajo nivel del SMI, que convierte el título de la ESO en un esfuerzo prácticamente sin recompensa, lo que desincentiva su obtención. El apreciable incremento de esta referencia salarial en 2019 sirve también para impulsar al alza el bajo rendimiento general de los estudios en España, elevando su retorno en toda la escala de titulaciones. Esto refuerza los incentivos en pro de una mayor cualificación, contribuyendo a la mejora de la productividad y la eficiencia económica.

Por último, el salario mínimo es también un instrumento eficaz para combatir la pobreza. En primer lugar, porque su puesta en práctica no tiene costes de administración, a diferencia de los programas públicos diseñados para combatirla. Y, en segundo lugar, porque la mayoría de sus perceptores son cabezas de familia. El 63% de los asalariados que cobran el salario mínimo tras la subida de 2019 tienen más de 32 años.

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